domingo, 13 de noviembre de 2016

Patriarcado y Capital: vivos, fuertes y jodiéndonos la vida (como siempre)

Es difícil iniciar este artículo. Me gustaría conseguir que se entendiera lo que quiero exponer o, mejor dicho, tener la suficiente habilidad para hacerme comprender. No obstante, percibo que últimamente los discursos están viciados y no conseguimos centrar el debate en lo que se dice, sino en quién lo dice o cómo lo dice. Es un hecho que me preocupa sobremanera, porque creo que el Capital nos gana hasta en esto. Nos ha metido en lo superfluo y nos marca la reflexión, cada vez menor y más efímera, consiguiendo ganarnos siempre, puesto que en eso de vender humo y de confundir medios y fines el Capital es inigualable.

He de confesar que las elecciones norteamericanas las he seguido con recelo, sin entusiasmo y con desconfianza. A fin de cuentas, ¿qué novedad podría aportar quién ocupase el sillón presidencial de la cuna del capitalismo y el imperialismo? Por supuesto, Trump y su discurso machista, racista y carente de toda lógica no era mi favorito. Hillary tampoco gozaba de simpatías por mi parte, sabiendo que es una de las causantes de los miles de muertes que trajeron y traen las guerras imperialistas de Libia e Irak, junto con la responsabilidad de haber armado al ISIS. En fin, que tanto uno como otra me generaban los mismos miedos e incertidumbres, puesto que la victoria de una hacía posible una Tercera Guerra Mundial y la victoria del otro significaba que el machismo y el racismo más ramplantes repuntaban de forma significativa.

Cierto que muertos sobre la mesa pueden ponerse de todas las partes. Nadie duda de las muertes del imperialismo “yankee”, aunque sí parecen minimizarse y menospreciarse las muertes del terrorismo machista internacional que suma millones de feminicidios, desapariciones, violaciones y toda clase de vejaciones contra las mujeres por el mero hecho de serlo.

Así las cosas, me topo con una reflexión sobre el tema que escribe y publica Lidia Falcón en el diario público.es con el título “Antes un monstruo que una mujer”. Reflexión que conozco por ella misma en una ponencia que ofrece en el XXVII Feminario celebrado en la ciudad de Córdoba por Palem (Plataforma Andaluza de apoyo al lobby europeo de mujeres). Feminario al que he tenido la suerte de asistir y en el que he aprendido y disfrutado muchísimo y todavía más.

El artículo de Lidia Falcón reacciona contra las feroces críticas que ha recibido Hillary en redes sociales por parte de la izquierda transformadora española (esa que a mí me gusta considerar izquierda, ciertamente, frente a la socialdemocracia y el socio-liberalismo que han copado el poder en nuestras instituciones –desde hace décadas y en la actualidad con los llamados “nuevos” gobiernos del cambio–). Y este posicionamiento de Lidia Falcón provoca una oleada de críticas hacia ella y hacia su lectura de género sobre el tema que me cabrean tanto como para ponerme a escribir sobre el asunto.

He leído y releído el artículo de Lidia Falcón varias veces. La primera lectura me gustó, la segunda me hizo discrepar en pequeñas cosas y la tercera me reafirmó en creer necesaria una lectura de género sobre la cuestión. Y esta lectura no viene a decir que Hillary es maravillosa, icono del feminismo y del izquierdismo y cosas por el estilo, ¡qué a veces reducimos y simplificamos demasiado las cosas! Creo que lo que Lidia Falcón quiere hacernos ver es que el machismo está vivo, muy vivo y que por ello, hoy –como ayer– sigue siendo imprescindible la lucha feminista. Una lucha feminista, por cierto, que nunca el Partido Feminista de España (liderado por Lidia Falcón) ha desligado de la lucha de clases porque sabemos, desde hace mucho tiempo, que “Patriarcado y Capital son una alianza criminal”.

Así pues, no es que me desespere la victoria de Trump, no creo que el Capital deje que gane nadie que pueda hacerle caer (la democracia burguesa nunca será el método para alcanzar el poder real). Simplemente me reafirmo en la necesidad de mi feminismo de clase porque la derrota de Hillary, que parecía tener todo a su favor excepto la salvedad de ser mujer (que no feminista, que no lo es, porque si lo fuera no hubiera llegado ni a ser candidata porque en los partidos –aquí y allí– a las mujeres feministas se les relega a un segundo plano siempre –no vaya a ser que alcancen alguna victoria electoral y su visibilidad sea tal que pueda hacer moverse, que no peligrar, el tinglado patriarcal–) nos pone de nuevo los pies en el suelo y nos muestra que el Patriarcado sigue vivo y coleando.
Claro que al Capital financiero le venía bien la victoria de Hillary, pero ¿puede el Capital soportar que todo el trabajo de cuidados y el trabajo reproductivo pase a la esfera pública y pueda ser regulado y pagado? Que la mujer sea por fin ciudadana –sujeto de derechos–es algo que el correr de los tiempos no puede ignorar, por ello, seguir relegando el papel de la mujer a la esfera privada es la única manera de garantizar la gratuidad de todo el trabajo de cuidados y trabajo reproductivo. Que el Capital asumiera ese coste pondría en serio peligro al sistema, muy empeñado últimamente en vendernos como idílico la crianza con apego, la lactancia materna hasta que el niño tiene 5 años o más y mil fórmulas que intentan conseguir volver a quebrarnos la pata –insisto que al Capital le interesa muy mucho esto, razón por la que se alía perfectamente con el Patriarcado–. Sin embargo, dejar que una mujer asumiera el liderazgo público de una nación tan relevante como los Estados Unidos de América pondría en cuestión ese papel secundario que interesa que la mujer siga cumpliendo. Eso sería imposible de invisibilizar y sería un gran modelo que rompería moldes. Así que la derrota de Hillary a lo mejor convenía más al sistema, no lo ignoremos.

Por otro lado, se argumenta que Hillary representa el “stablishment” y que Trump ha recibido el voto del hartazgo, como si Trump representase alguna novedad o algún cambio. ¿Acaso alguien cree de verdad que Trump, empresario multimillonario, está jugando alguna batalla en favor de ningún derecho de la clase obrera? ¿Alguien puede ignorar que Trump consiguió ser candidato por su inmensa fortuna? ¿No representa Trump, mejor que nadie, la dominación del poder económico sobre el poder político? ¿No será entonces esto una lucha entre capitalismos en esa fase constituyente del nuevo capitalismo que se está gestando?

En resumen, si ambos representan al capitalismo, alguna diferencia tendrá que haber entre los dos candidatos ¿Será entonces el hecho de ser mujer una diferencia no baladí y sí a tener en cuenta en los análisis? ¿Por qué entonces hay que dar por válida esa equidistancia de gran parte de la izquierda transformadora como si esta batalla no fuera con nosotros y nosotras? Es una guerra del Capital consigo mismo, pero eso no implica que a nosotros y nosotras no vaya a salpicarnos esta batalla.

Por supuesto que el poder no se alcanza en las urnas. Por supuesto que la democracia burguesa no va a traer ningún cambio real. ¿Quiere significar esa equidistancia que abandonamos completamente la batalla electoral o significa más bien que sigue habiendo una ceguera para las cuestiones de género en el marxismo oficial? Porque no creo que a estas alturas de la historia alguien pueda afirmar que la batalla institucional no es relevante, que es una batalla que no tenemos que librar, aun siendo conscientes de que la transformación nunca llegará por las urnas. Pero es que, mientras que somos capaces de armar esa revolución que está por venir, digo yo que mejor será ir consiguiendo alguna que otra conquista. A no ser que declaremos que abandonar a la clase trabajadora y a las mujeres a la miseria solemne es el camino revolucionario, claro está.

Leo a menudo a compañeros y compañeras atacar la equidistancia y la neutralidad como estrategias que colaboran en mantener el status quo. Hago mía esta crítica y por eso creo que, en esto, tampoco debimos mantener nuestra equidistancia. Nunca he sido yo de males menores, bien lo saben los que me conocen un poco, pero creo que la derrota de Hillary debe servirnos para ser conscientes de que ni el Patriarcado, ni el Capital están preocupados y que siguen manejando los hilos del devenir de la Historia.

Por ello, más marxismo y más feminismo, aunque asumiendo que aún nos queda gran tarea en eso de concienciar, único camino real para convencer y así vencer.

Para quienes me argumenten que menuda verdad acabo de descubrir, que el mundo sigue dominado por el Patriarcado y el Capital, simplemente recordarles que estos tiempos que algunos llaman convulsos y nuevos y que siguen siendo los mismos necesitan seguir centrando el discurso en lo clásico. Porque falta tiempo para superar y a la “ansiada superación” no va a contribuir ningún “pos”, “trans” o “neo término” que queramos inventarnos. Y como es cierto que nombrar las cosas es crucial he creído imprescindible nombrar y escribir nuevamente lo que pienso.


Otro día más, que tengo para rato, aunque las ganas falten últimamente.