Es difícil iniciar este
artículo. Me gustaría conseguir que se entendiera lo que quiero exponer o,
mejor dicho, tener la suficiente habilidad para hacerme comprender. No
obstante, percibo que últimamente los discursos están viciados y no conseguimos
centrar el debate en lo que se dice, sino en quién lo dice o cómo lo dice. Es
un hecho que me preocupa sobremanera, porque creo que el Capital nos gana hasta
en esto. Nos ha metido en lo superfluo y nos marca la reflexión, cada vez menor
y más efímera, consiguiendo ganarnos siempre, puesto que en eso de vender humo
y de confundir medios y fines el Capital es inigualable.
He de confesar que las
elecciones norteamericanas las he seguido con recelo, sin entusiasmo y con
desconfianza. A fin de cuentas, ¿qué novedad podría aportar quién ocupase el
sillón presidencial de la cuna del capitalismo y el imperialismo? Por supuesto,
Trump y su discurso machista, racista y carente de toda lógica no era mi
favorito. Hillary tampoco gozaba de simpatías por mi parte, sabiendo que es una
de las causantes de los miles de muertes que trajeron y traen las guerras
imperialistas de Libia e Irak, junto con la responsabilidad de haber armado al
ISIS. En fin, que tanto uno como otra me generaban los mismos miedos e
incertidumbres, puesto que la victoria de una hacía posible una Tercera Guerra
Mundial y la victoria del otro significaba que el machismo y el racismo más
ramplantes repuntaban de forma significativa.
Cierto que muertos sobre la
mesa pueden ponerse de todas las partes. Nadie duda de las muertes del
imperialismo “yankee”, aunque sí parecen minimizarse y menospreciarse las
muertes del terrorismo machista internacional que suma millones de
feminicidios, desapariciones, violaciones y toda clase de vejaciones contra las
mujeres por el mero hecho de serlo.
Así las cosas, me topo con
una reflexión sobre el tema que escribe y publica Lidia Falcón en el diario
público.es con el título “Antes un monstruo que una mujer”. Reflexión que
conozco por ella misma en una ponencia que ofrece en el XXVII Feminario
celebrado en la ciudad de Córdoba por Palem (Plataforma Andaluza de apoyo al
lobby europeo de mujeres). Feminario al que he tenido la suerte de asistir y en
el que he aprendido y disfrutado muchísimo y todavía más.
El artículo de Lidia Falcón reacciona
contra las feroces críticas que ha recibido Hillary en redes sociales por parte
de la izquierda transformadora española (esa que a mí me gusta considerar
izquierda, ciertamente, frente a la socialdemocracia y el socio-liberalismo que
han copado el poder en nuestras instituciones –desde hace décadas y en la
actualidad con los llamados “nuevos” gobiernos del cambio–). Y este
posicionamiento de Lidia Falcón provoca una oleada de críticas hacia ella y
hacia su lectura de género sobre el tema que me cabrean tanto como para ponerme
a escribir sobre el asunto.
He leído y releído el
artículo de Lidia Falcón varias veces. La primera lectura me gustó, la segunda
me hizo discrepar en pequeñas cosas y la tercera me reafirmó en creer necesaria
una lectura de género sobre la cuestión. Y esta lectura no viene a decir que
Hillary es maravillosa, icono del feminismo y del izquierdismo y cosas por el
estilo, ¡qué a veces reducimos y simplificamos demasiado las cosas! Creo que lo
que Lidia Falcón quiere hacernos ver es que el machismo está vivo, muy vivo y que por ello, hoy –como ayer– sigue
siendo imprescindible la lucha feminista.
Una lucha feminista, por cierto, que nunca el Partido Feminista de España
(liderado por Lidia Falcón) ha desligado de la lucha de clases porque sabemos,
desde hace mucho tiempo, que “Patriarcado
y Capital son una alianza criminal”.
Así pues, no es que me desespere
la victoria de Trump, no creo que el Capital deje que gane nadie que pueda
hacerle caer (la democracia burguesa nunca será el método para alcanzar el
poder real). Simplemente me reafirmo en la necesidad de mi feminismo de clase porque la derrota de Hillary, que parecía tener
todo a su favor excepto la salvedad de ser mujer (que no feminista, que no lo
es, porque si lo fuera no hubiera llegado ni a ser candidata porque en los
partidos –aquí y allí– a las mujeres feministas se les relega a un segundo
plano siempre –no vaya a ser que alcancen alguna victoria electoral y su
visibilidad sea tal que pueda hacer moverse, que no peligrar, el tinglado
patriarcal–) nos pone de nuevo los pies en el suelo y nos muestra que el Patriarcado
sigue vivo y coleando.
Claro que al Capital
financiero le venía bien la victoria de Hillary, pero ¿puede el Capital
soportar que todo el trabajo de cuidados y el trabajo reproductivo pase a la
esfera pública y pueda ser regulado y pagado? Que la mujer sea por fin
ciudadana –sujeto de derechos–es algo que el correr de los tiempos no puede
ignorar, por ello, seguir relegando el papel de la mujer a la esfera privada es
la única manera de garantizar la gratuidad de todo el trabajo de cuidados y trabajo
reproductivo. Que el Capital asumiera ese coste pondría en serio peligro al
sistema, muy empeñado últimamente en vendernos como idílico la crianza con
apego, la lactancia materna hasta que el niño tiene 5 años o más y mil fórmulas
que intentan conseguir volver a quebrarnos la pata –insisto que al Capital le
interesa muy mucho esto, razón por la que se alía perfectamente con el
Patriarcado–. Sin embargo, dejar que una mujer asumiera el liderazgo público de
una nación tan relevante como los Estados Unidos de América pondría en cuestión
ese papel secundario que interesa que la mujer siga cumpliendo. Eso sería
imposible de invisibilizar y sería un gran modelo que rompería moldes. Así que
la derrota de Hillary a lo mejor convenía más al sistema, no lo ignoremos.
Por otro lado, se argumenta
que Hillary representa el “stablishment”
y que Trump ha recibido el voto del hartazgo, como si Trump representase alguna
novedad o algún cambio. ¿Acaso alguien cree de verdad que Trump, empresario
multimillonario, está jugando alguna batalla en favor de ningún derecho de la
clase obrera? ¿Alguien puede
ignorar que Trump consiguió ser candidato por su inmensa fortuna? ¿No
representa Trump, mejor que nadie, la dominación del poder económico sobre el
poder político? ¿No será entonces esto una lucha entre capitalismos en
esa fase constituyente del nuevo capitalismo que se está gestando?
En resumen, si ambos representan al capitalismo, alguna diferencia
tendrá que haber entre los dos candidatos ¿Será entonces el hecho de ser mujer
una diferencia no baladí y sí a tener en cuenta en los análisis? ¿Por
qué entonces hay que dar por válida esa equidistancia de gran parte de la
izquierda transformadora como si esta batalla no fuera con nosotros y nosotras?
Es una guerra del Capital consigo mismo, pero eso no implica que a nosotros y
nosotras no vaya a salpicarnos esta batalla.
Por supuesto que el poder no
se alcanza en las urnas. Por supuesto que la democracia burguesa no va a traer
ningún cambio real. ¿Quiere significar esa equidistancia que abandonamos
completamente la batalla electoral o significa más bien que sigue habiendo una
ceguera para las cuestiones de género en el marxismo oficial? Porque no creo
que a estas alturas de la historia alguien pueda afirmar que la batalla
institucional no es relevante, que es una batalla que no tenemos que librar,
aun siendo conscientes de que la transformación nunca llegará por las urnas.
Pero es que, mientras que somos capaces de armar esa revolución que está por
venir, digo yo que mejor será ir consiguiendo alguna que otra conquista. A no
ser que declaremos que abandonar a la clase trabajadora y a las mujeres a la
miseria solemne es el camino revolucionario, claro está.
Leo a menudo a compañeros y
compañeras atacar la equidistancia y la neutralidad como estrategias que
colaboran en mantener el status quo. Hago mía esta crítica y por eso creo que,
en esto, tampoco debimos mantener nuestra equidistancia. Nunca he sido yo de
males menores, bien lo saben los que me conocen un poco, pero creo que la
derrota de Hillary debe servirnos para ser conscientes de que ni el Patriarcado,
ni el Capital están preocupados y que siguen manejando los hilos del devenir de
la Historia.
Por ello, más marxismo y más
feminismo, aunque asumiendo que aún nos queda gran tarea en eso de concienciar, único camino real para convencer y así vencer.
Para quienes me argumenten
que menuda verdad acabo de descubrir, que el mundo sigue dominado por el
Patriarcado y el Capital, simplemente recordarles que estos tiempos que algunos
llaman convulsos y nuevos y que siguen siendo los mismos necesitan seguir
centrando el discurso en lo clásico. Porque falta tiempo para superar y a la “ansiada
superación” no va a contribuir ningún “pos”, “trans” o “neo término” que
queramos inventarnos. Y como es cierto que nombrar las cosas es crucial he
creído imprescindible nombrar y escribir nuevamente lo que pienso.
Otro día más, que tengo para
rato, aunque las ganas falten últimamente.