martes, 21 de abril de 2015

9 de Abril

Hoy, hace exactamente 38 años, se legalizó el Partido Comunista de España. Una larga posguerra y una dictadura atroz no consiguieron doblegar a aquellas personas nobles, dignas y resistentes que se enfrentaron con valentía y firmeza al fascismo.
La clandestinidad  y el exilio (el exilio por razones políticas, hoy renombramos casi todo no sé muy bien por qué) hicieron que “El Partido”, como se le llamaba entonces, adquiriera formas complejas que, sin embargo, permitieron la supervivencia de las ideas y los principios.
Yo tengo 40 años, así que no puedo recordar aquella fecha. Forma parte del imaginario colectivo de nuestro pueblo, sin embargo, la alegría de esas gentes que pudieron salir a la calle a gritar (y me consta que así lo hicieron) a viva voz que eran comunistas.
Es fácil hablar de la historia y reescribirla, es fácil mirar al pasado y juzgarlo desde los ojos presentes y es fácil, aunque rastrero y mezquino, ocultar que el PCE fue el principal protagonista en la lucha por las libertades y la democracia en nuestra historia más reciente. Sin embargo, ni la vida, ni la política, ni el amor (me permito esta licencia “poética”) suelen ser justos,  lo que explica que el pueblo español no recompensara como se merecía al PCE en aquellas primeras Cortes democráticas.
Bien es verdad que cuarenta años de adoctrinamiento no se quitan de un plumazo. Por más voluntad política, empeño o pedagogía que pusieron aquellas y aquellos diputados comunistas, no fue posible “asaltar los cielos”. Convencida estoy de que pusieron toda la ilusión, todas las ganas y todo el empeño por ganar, pero no consiguieron convencer, esa es la realidad. El dato no es baladí, porque estamos hablando de gentes de la talla humana, ética y política como Rafael Alberti, Dolores Ibárruri o Marcelino Camacho. (De haber existido twitter quién sabe si hoy estaríamos hablando de la República Socialista Española).
Así las cosas, 38 años después de toda esa lucha, de todo ese bagaje y de esa mochila, pareciera que algunas y algunos comunistas del siglo XXI quisieran inventar la rueda, ignorando la primera y más básica lección de cualquier comunista: juntos somos más fuertes y organizados somos mucho más capaces. Por esta razón, no alcanzo a comprender  la deriva ciudadanista y personalista de ciertos sectores del Partido Comunista. De verdad que intento entender la razón, la estrategia y la táctica mágica que nos va a llevar a construir hegemonía con un pequeño grupo de líderes y “lideresas” (de estas es verdad que hay pocas, vaya, vaya) que no tienen ninguna estructura organizativa detrás y mucho menos un pueblo consciente y convencido de que la batalla hay que seguir dándola, incluso después de haber conquistado las instituciones. Por más vueltas que le doy, no lo veo. Y por más que ando preguntando aquí y allá, la única respuesta que me dan es que “yo no entiendo”. Compañeras y compañeros, pues expliquen al pueblo lo que no entendemos: a mi vecino, a mi tía, al cajero del supermercado donde compro y a la médica del centro de salud de mi pueblo. Dejen de decirnos que no entendemos y hagan para que lo entendamos, si es que pueden.
Y es que, es difícil de entender que la estrategia ahora sea esconderse, no mostrarse, camuflarse. Es complicado comprender que la nueva política no mire de frente al enemigo, al capital, y le diga, aquí estamos y aquí seguimos, los comunistas de ayer, de hoy y de siempre. Es altamente complejo que alguien que ha interiorizado las imágenes de aquel 9 de abril de 1977 llenas de júbilo y alegría porque por fin las comunistas y los comunistas podían conquistar tranquilamente las calles, ahora tengan que aliarse con quienes abiertamente se declaran ni de izquierdas ni de derechas y que hoy, volvemos a constatar, que tampoco se suman a las reivindicaciones por la III República del cercano 14 de abril.

Espero que alguien sea capaz de parar esta deriva peligrosa, líquida y vacía. Confío, para lograrlo, en toda esa gente que tanto da, todo, sin esperar nada a cambio y que con tanto orgullo muestra su origen y procedencia allá donde va porque sabe que “el pueblo que olvida su historia está condenando a repetirla”. Esa militancia de base que es consciente de que para atrás, ni para coger impulso ha de ser quien nos guíe, porque hoy parece que tenemos que volver a luchar contra la clandestinidad, una clandestinidad que no se sabe quién ha elegido como estrategia. Es curiosa la vida, la política y el amor.

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