martes, 13 de octubre de 2015

Espacio de Encuentro Comunista. Crónica personal.

Han pasado cuatro meses desde mi última entrada. No soy persona de método y sí mucho de sensaciones, experiencias y hasta pasiones. No espere nadie encontrar aquí algo objetivo, teórico, impersonal. No sé si por demasiado ego o por poco, el caso es que asumí ya hace tiempo que no soy capaz de parcelar casi absolutamente nada; por lo que mi vida política, personal, laboral, virtual suele entremezclarse a menudo. Dicen las mentes preclaras que eso es una carencia, porque el marxismo es análisis, rigor y propuesta científica. Sea como fuere, la que aquí escribe tiene la profunda convicción de que el comunismo nace, antes que nada, de la fraternidad, de la capacidad de empatizar, de ser capaces de ponerse en el lugar de los demás. Por eso, me rebelo ante la noción fría y descarnada que se pretende imponer del comunismo y apelo a la necesidad de unir razones y afectos, de ser humanos, demasiados humanos (parafraseando la obra de Nietzsche). Baste lo expuesto para aclarar que lo que aquí se cuenta es únicamente mi relato personalísimo del encuentro, ni más, ni menos. Además, después del desierto político por el que deambulo últimamente, me satisface mucho volver a sentir la necesidad de escribir y compartirlo. Allá voy.

Por fin llegó el 26 de septiembre. Llevaba tiempo esperando la cita, lo que en mí puede ser bastante contraproducente, dado mi irrecuperable talante adolescente. Muchas elucubraciones, demasiadas conjeturas, alguna esperanza y una curiosidad infinita. A todo esto había que sumar la parte humana, que como ya he dicho, para mí siempre es la esencial. Por fin iba a desvirtualizar a gentes que llevaba tiempo queriendo conocer, especialmente, a Vigne y a Marat. Así que me levanté con todas las ganas del mundo, pero también con todos los reparos habidos y por haber.

Llegué al punto de encuentro y comenzaron los saludos. Gentes con las que me reencontraba, gentes a las que ponía cara después de muchas conversaciones y gentes de las que no sabía nada, salvo que acudían a un encuentro que iba dirigido a comunistas. No deja de sorprenderme que, a pesar de toda la mala prensa y la propaganda en contra, siga habiendo gentes que se identifiquen como comunistas. Me sorprende, me alegra, me esperanza porque resistir es vencer y tal cual está el mundo hoy en día en el que el neoliberalismo (el liberalismo de siempre, por otro lado) va apoderándose de todo y de casi de todos, sin embargo, sigue habiendo “incautos” que defienden la necesidad del comunismo.

He de reconocer que mi tendencia al pesimismo existencial, la historia de las organizaciones comunistas y mi nula creencia en la posibilidad de un cambio real a corto o medio plazo me hacen ser excesivamente escéptica e incluso burlona cuando escucho ciertas palabras rimbombantes y ciertas expresiones. No puedo dejar de reivindicar la actitud política de ser de mortadela con aceituna, lo que me hace alejarme de algunos planteamientos porque los entiendo viciados por costumbres que creo que nos aíslan, más que otra cosa. No obstante, no ahondaré más en ello porque el caso es que, incluso a mi pesar, las sensaciones positivas iban aflorando de forma natural en mí.

Al principio, todo parecía lo de siempre: un grupo de gentes que cogen la palabra porque les encanta escucharse a sí mismos y, sobre todo, que el resto les escuchen y les admiren. Lo siento, pero en las reuniones políticas me da la impresión de que se escucha poco y se habla mucho. Pero me sorprendió gratamente que todos hablaran de forma positiva hacia la iniciativa. Es más, en algún momento aquello parecía una catarsis, se sentía la necesidad de reencontrarse con gentes semejantes, de saberse muchos más de los que siempre pensamos ser. Sólo eso ya es positivo y ya hacía que el encuentro mereciera la pena porque, como señaló una compañera, creo recordar que dijo llamarse Carmen, el capitalismo nos iba ganando por goleada porque nos había metido dos goles: el individualismo y el consenso. Y así es, si hasta los comunistas tienen problemas para empatizar y confraternizar, apaga y vámonos; puesto que, en mi modesta opinión, el comunismo nace de una idea básica: tomar conciencia de que juntos somos más fuertes y organizados podemos llegar a ser imparables. Por tanto, mal vamos si entre comunistas no somos capaces de ir tendiendo puentes y tejiendo redes.

Otra compañera de Granada hizo que por fin entendiera que aquello iba realmente conmigo. Era una comunista del ámbito rural y expresaba la necesidad de que los compañeros de Madrid entendieran lo difícil que es pensar y vivir intentando ser coherente estando en la soledad más absoluta.  Y llegamos así al mismo punto con el que  casi iniciaba la crónica, cuando os contaba que allí se podía palpar las ganas de encuentro, las ganas de saberse más, las ganas de poder construir un espacio que se identifique como comunista. Un espacio que reivindique con orgullo su historia de lucha, que haga visible la lucha de clases y se sitúe claramente de parte de los trabajadores y trabajadoras. De hecho, así comenzó el encuentro, con un minuto de silencio para recordar los últimos fusilamientos del franquismo, con una defensa de los sindicalistas que están siendo perseguidos y con un afectuoso recuerdo de Alfon. Como primera toma de contacto, pues, resulta muy positivo que la sala se llenase, que se quisiera seguir por ese camino iniciado y que se hiciera evidente que sólo desde lo colectivo podremos construir ese contrapoder necesario para enfrentarse al Capital.

Era el primer encuentro y está todo por hacer y construir, aunque yo salí con ganas de más y creo que la gran mayoría también. Me gustó el sosiego que muchos transmitían, las ganas de hacer las cosas sin prisa pero sin pausa, la apuesta por un espacio (me parece muy acertada la fórmula porque no encorseta y recalca la necesidad del encuentro, de practicar la verdadera camaradería) al margen de lo electoral y con la idea de poner el acento en lo concreto, en las luchas que tenemos la obligación de afrontar y de cómo afrontarlas. Por supuesto que queda muchísimo por hacer, pero empezar a caminar es a veces lo más costoso y esto ya se ha hecho.


Para terminar, no quisiera dejar pasar la oportunidad de apuntar una crítica que hago con la intención de que sea constructiva. Los espacios públicos tienen un sesgo patriarcal que debemos conseguir cambiar. Hace falta, para ello, más mujeres que se atrevan a participar y, a la par, buscar fórmulas que posibiliten que nosotras nos sintamos con el respaldo suficiente para atrevernos. ¿Cómo? No sé, no tengo ninguna varita mágica, supongo que será un tema de reflexión colectiva que deberemos abordar porque la revolución será feminista o no será. 

Queda por tanto patente que es posible apartar los prejuicios, los recelos estúpidos y que ya va siendo hora de ponernos a practicar lo que decimos defender: la construcción colectiva del pensamiento y la unidad de acción. Seguimos.

sábado, 30 de mayo de 2015

Los alcaldes comunistas

Hay muchos ejemplos de Alcaldes dignos y valientes en Izquierda Unida y el PCE. Todas y todos conocemos a algún Alcalde que, sabiéndose depositario del orgullo de su pueblo, supo resistir y no doblegarse ante la tiranía de los poderosos, que siempre han pretendido (y pretenden) comprar voluntades. No contaron ni cuentan esos indeseables con quien no tiene precio y esa es la ventaja de no jugar al juego del capitalismo: una vez no se consiente en pasar por ser mercancía, el mercader nada tiene que hacer. La dignidad es la que permite saberse persona, no productos, y esa dignidad se fortalece cuando uno es consciente de que solo es el representante de la voz de su pueblo.
En mi pueblo, Socuéllamos, eso lo ejemplificó a la perfección don Ramón Parra Quevedo, comunista que ejerció como el primer Alcalde democrático y que narró su historia en un libro del que recomiendo encarecidamente su lectura. El libro se titula Memorias de ayer. Primeros 12 años de la transición democrática.
Parra, como era conocido entre mis vecinos, fue ejemplo de honradez, de compromiso con sus ideales y con su pueblo, de lucha por la justicia social. Fue un hombre libre que nunca renunció a su pasado ni a sus principios y que nunca cayó en el revanchismo, a pesar de llegar a ostentar el bastón de mando de un Ayuntamiento al que tantas otras veces fue llevado como preso.
Sin embargo, Parra no es un ejemplo aislado. El propio Cayo Lara, a escasos kilómetros de mi pueblo, se convertía en el año 1987 en Alcalde de Argamasilla de Alba y es más que conocida su anécdota en la que devolvía un presente al terrateniente de turno, para dejar claro desde el principio, que la voluntad del pueblo no está en venta y por ello tampoco la de su Alcalde.
 no hace falta que nos vayamos tan atrás en el tiempo para encontrar ejemplos de Alcaldes comunistas honrados, valientes y comprometidos con su pueblo. En el año 2003, justo cuando España iniciaba una explosión económica, cuando parecía que habíamos entrado a formar parte de los países que juegan la liga importante, cuando nos codeábamos con  presidentes de EEUU de tú a tú, Seseña elige de Alcalde a Manuel Fuentes, de Izquierda Unida y miembro del PCE. La tarea de Manolo como Alcalde fue difícil, porque conoció de primera mano las carencias de la democracia que tenemos. Una democracia donde los poderes económicos deciden más de lo que a veces sabemos o queremos saber, negando así realidad a la auténtica democracia (poder del pueblo es su estricto sentido etimológico).
No tengo el placer de conocer a Manolo personalmente, pero sí he seguido su trayectoria y,  haciendo un sencillo ejercicio de ponerme en sus zapatos, es fácil entender que tuvo que ser duro todo aquello. Es difícil encajar que, por denunciar ante los tribunales la especulación y la corrupción, uno termine denunciado por calumnias. Es complicado seguir cuando se quiere enmarañar todo y parecer que todos son iguales, cuando en verdad unos representan la Verdad y otros la mafia. Es costoso a nivel humano tener la suficiente resistencia para aguantar que el tiempo ponga a cada uno en su lugar.
Sin embargo, Manolo Fuentes ha demostrado que el tiempo le ha dado la razón. Las primeras jugadas de los poderosos no pudieron con la entereza de este buen hombre, que seguía confiando en la Justicia,  puesto que la única salida que nos queda a los que no tenemos amigos poderosos es confiar en que la Verdad, tarde o temprano, salga a la luz. Lamentablemente, tarda en llegar esa Verdad y por eso, a pesar de llevar razón en su lucha, el pueblo de Seseña no supo compensar todo ese esfuerzo y le quitó la alcaldía en 2011 al hombre que más alto ha sabido poner el nombre de su pueblo. Seseña pasó de ser conocido como la gran especulación de un autoproclamado Quijote a ser uno de los primeros sitios donde la mafia tuvo que aceptar que no está por encima del bien y del mal.
De los errores se aprende y por eso Seseña tiene nuevamente la oportunidad de hacer realidad el viejo eslogan del Partido Comunista que rezaba: “Quita un cacique y pon un Alcalde”. Seseña supo deshacerse de la especulación que representó el Partido Socialista en ese pueblo y hoy sabrá deshacerse de la cerrazón que representa el Partido Popular. Porque un pueblo que ha experimentado los presupuestos participativos, que ha vivido un Ayuntamiento abierto al pueblo y transparente, un pueblo que ha tenido un Alcalde que ha sabido luchar contra la corrupción como nadie (a pesar de la difícil situación personal que eso le acarreó), no puede ser tan ciego como para no devolver el bastón de mando a un hombre honrado, valiente y resistente.
No es casualidad que estos tres Alcaldes hayan sido y sean hombres que se dicen comunistas, porque quizá la heroicidad personal que les valoramos tenga mucho que ver con sus fuertes convicciones ideológicas. Porque la ideología  y los valores de uno no son un adorno, no son un capricho, son lo que explica nuestras decisiones y hechos. Se valora lo que se hace y estos tres hombres han hecho de la dignidad el motor de sus historias personales.
Para terminar, quiero resaltar la importancia que siempre ha dado Izquierda Unida a las políticas municipalistas. Frente a quienes han abandonado a sus pueblos a su suerte, Izquierda Unida ha defendido siempre la importancia de la política que se hace en los Ayuntamientos, porque es donde más fácilmente puede hacerse realidad el lema de “convertir a la Autoridad en Pueblo y al Pueblo en Autoridad”. Ojalá y Seseña sepa valorarse como pueblo el 24 de mayo y haga Alcalde a Manolo, porque eso significará que es el pueblo de Seseña otra vez el que gobierna las Instituciones.
Socuéllamos, 10 de mayor de 2015

martes, 28 de abril de 2015

CARTA ABIERTA A ALBERTO GARZÓN ESPINOSA


Socuéllamos, 21 de abril de 2015
Alberto:
Soy una militante de base de IU. Me costó dar el paso a la militancia, porque mi espíritu crítico no lo creía compatible con el trabajo en una organización, razón por la que milito desde hace escasos tres años, aunque he simpatizado siempre públicamente con IU y he sido votante de IU desde que tengo derecho a votar.
También soy una de las personas que ha firmado el Manifiesto “La militancia con Cayo” fechado el 2 de abril de este año. Suscribo ese manifiesto desde el principio hasta al final y me consta que, a pesar de la campaña orquestada contra él desde parte de la dirección de esta organización, es una iniciativa de militantes de base, de “mindundis” como yo cuya militancia política les/nos ocasiona más de un disgusto personal y más de un llanto y si seguirnos es porque la militancia la asumimos por cuestiones de conciencia  (un deber por deber, que diría Kant).  Un manifiesto que es un grito desesperado por defender la legitimidad de nuestro proyecto, el de IU y que extraña que algunos hayan tomado como un ataque hacia tu persona, porque no se lee eso en ese texto.
Por supuesto que una entiende que “los trapos sucios hay que lavarlos en casa”, que hay que asumir la organicidad y que hay que respetar a nuestros dirigentes, precisamente porque creemos que las organizaciones son más eficaces que la lucha individual y que ello requiere estructura y disciplina consciente. No obstante, “cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto” y la situación actual se resume a la perfección en la frase citada.
Los dirigentes de las organizaciones nunca deben olvidar su función de representantes y máxime cuando alardean de ser defensores de la democracia. Esta es la razón por la que me atrevo a escribirte de manera pública estas palabras. Sé que no contestarás a ellas, sé que alegarás que mi postura es pre-política, incluso puede que insinúes (tú o alguien de tu entorno) que me mueven unos hilos invisibles y peligrosos que están dirigidos por no sé qué mafia… No es la primera vez que me acusan de estas cosas, incluso en twitter he sido incluida en una lista denominada MafiaBankia, o algo así. Al principio me hacía gracia, me generaba risa, pero la verdad, a estas alturas me pone de un cabreo que no te cuento hasta dónde llega.
El caso es que no tengo ninguna animadversión contra ti en lo personal, es más, no te conozco. He intercambiado si acaso tres palabras contigo mientras nos hacían una foto en un acto público. Mi hermana y yo publicamos orgullosas esa foto contigo en nuestras redes sociales porque nos sentimos orgullosas de la filiación política que tenemos. Por aquellos entonces tú no eras candidato, creo recordar que ni se había planteado tal posibilidad. De hecho escribiste un artículo buenísimo (a mi juicio) sobre las primarias en los partidos políticos. Hablabas allí de que un partido político tiene que estar a la vanguardia  para construir hegemonía, y que hay que luchar contra la intromisión que supondría en las organizaciones de izquierda dejar que candidatos hechos populares por los medios de comunicación de masas, pudieran competir con otros menos conocidos teniendo una desigualdad manifiesta de partida.  Meses después cambiaste de idea y decidiste protagonizar unas primarias. Todos tenemos derecho a cambiar de opinión y también tenemos derecho a seguir defiendo los mismos posicionamientos políticos, gocen o no de la aprobación de la mayoría. Por ello,  permíteme  que igual que alabé y alabo los argumentos que tú esgrimías para considerar poco convenientes unas primarias en una organización de izquierdas, ahora cuestione los posicionamientos políticos que has protagonizado en los últimos tiempos (especialmente el último año).
Sinceramente, me desconcierta que unas veces digas que sí, otras que no y otras que tal vez. Me inquieta que gastes más energías en contestar a los aplausos que te llegan desde las bases de otras organizaciones, que el que empleas en intentar ganarte la confianza de la base militante de IU (no sé si será cierto, pero parecer, lo parece). Porque claro que la militancia debe defender a su candidato, pero este también debe hacer lo posible por ganarse la confianza de sus bases y de dignificar el trabajo que estas hacen de forma callada y generosa. Por eso, cada vez que te escucho públicamente decir que la “nueva” IU que vas a construir bla bla bla, no es que me indigne, es que se me rompe el alma, tan claro como cierto. Porque recuerdo a muchas mujeres y muchos hombres que han dado casi todo (algunos incluso todo) por este proyecto, gentes voluntariosas y dignas que han puesto al colectivo por encima de sus intereses personales, gentes a las que tú con esas declaraciones les dices que no ha valido la pena su lucha y  su sacrificio.
No me leerás a mí justificar a ningún jeta, ninguno; a ningún sinvergüenza, ninguno; especialmente si son de los míos porque estos son los que me defraudan, ya que sigo esperando algo de esos que se dicen de izquierdas. Pero tampoco me gustan los oportunistas que aprovechan el descrédito de la política en general para aparecer como inmaculados y buenos ante los ojos de la gente. El discurso antipolítica es tan peligroso que no deberíamos permitirnos el riesgo de aplaudirlo, aunque ello tuviera algún rédito político. Porque la antipolítica es la antesala del fascismo y las crisis capitalistas ya sabemos lo que han traído y traen.
Así las cosas, resulta más que paradójica tu postura respecto a la conveniencia de no dividir más el voto de la izquierda y por ello apoyar una lista para el ayuntamiento de la capital cuya candidata reniega de las organizaciones (incluso de la de Podemos, que le es la más cercana) y que abre las puertas a la legalización de la prostitución. Me desconcierta tu defensa pública de la lista de Ahora Madrid por motivos de la unidad de la izquierda. Siguiendo con tu razonamiento, para las elecciones generales de noviembre, ¿tampoco tendremos que defender una candidatura de IU encabezada por ti? ¿Tendríamos que someternos directamente a Podemos, Ahora España, o lo que sea? ¿O sí habría que defender al candidato de IU, o sea tú, ya que  en ese caso no sería tan  perjudicial el hecho de dividir el voto de izquierdas?
Por cierto, que Podemos es de izquierdas es algo que hay que creer por cuestiones de fe, puesto que las declaraciones públicas de los integrantes de esta formación inciden, hasta la saciedad, en posicionarse como ni de izquierdas ni de derechas (lo que en mi pueblo siempre han hecho, curiosamente, las gentes de derechas) y, a lo sumo, llegan a defender posturas socialdemócratas que difícilmente pueden contribuir a la transformación social que nuestro país necesita y que IU viene defendiendo desde siempre. Si los pactos con el PSOE han sido criticados por parte de nuestra militancia por edulcorados (el último pacto más criticado por ciertos dirigentes aunque fue aprobado mayoritariamente por la militancia de IU), ¿por qué ahora sí hay que asumir el lavado de cara del capitalismo como el fin último a perseguir?
Ya sé que soy una simple profesora de filosofía de un instituto público, ya sé que soy de un pueblo de La Mancha y que acabo de llegar a esto de la militancia política, ya sé que la realidad es compleja y que algunos puede que no veamos. Pero, Alberto, por si las moscas y los equivocados no somos nosotros, no estaría de más que esa parte de la presidencia federal que tú pareces encabezar no ignorara que el error de Carrillo fue olvidarse de que su misión era ser la voz del colectivo, siempre del colectivo. Difícil es que las bases puedan hacer llegar su postura a las “altas esferas” si nuestras preguntas se interpretan como ataques y no como cuestionamientos legítimos de unas bases que no quieren que nadie decida entregar su organización a nadie. Y si es cierto que esta organización ya no sirve, dígannoslo ya, porque muchos y muchas estamos entonces perdiendo nuestro tiempo. Y el tiempo es la única posesión cierta que tiene el ser humano, pese a que el capitalismo nos haga vendernos por un salario. No utilicen prácticas del enemigo también con las bases, “un poco de  por favor” (como soy pueblo y no entiendo mucho, soy más de estas series que de “Juego de Tronos”, ea).
Siempre Salud y República

Esther Díaz Pedroche (militante de base de IU)

martes, 21 de abril de 2015

9 de Abril

Hoy, hace exactamente 38 años, se legalizó el Partido Comunista de España. Una larga posguerra y una dictadura atroz no consiguieron doblegar a aquellas personas nobles, dignas y resistentes que se enfrentaron con valentía y firmeza al fascismo.
La clandestinidad  y el exilio (el exilio por razones políticas, hoy renombramos casi todo no sé muy bien por qué) hicieron que “El Partido”, como se le llamaba entonces, adquiriera formas complejas que, sin embargo, permitieron la supervivencia de las ideas y los principios.
Yo tengo 40 años, así que no puedo recordar aquella fecha. Forma parte del imaginario colectivo de nuestro pueblo, sin embargo, la alegría de esas gentes que pudieron salir a la calle a gritar (y me consta que así lo hicieron) a viva voz que eran comunistas.
Es fácil hablar de la historia y reescribirla, es fácil mirar al pasado y juzgarlo desde los ojos presentes y es fácil, aunque rastrero y mezquino, ocultar que el PCE fue el principal protagonista en la lucha por las libertades y la democracia en nuestra historia más reciente. Sin embargo, ni la vida, ni la política, ni el amor (me permito esta licencia “poética”) suelen ser justos,  lo que explica que el pueblo español no recompensara como se merecía al PCE en aquellas primeras Cortes democráticas.
Bien es verdad que cuarenta años de adoctrinamiento no se quitan de un plumazo. Por más voluntad política, empeño o pedagogía que pusieron aquellas y aquellos diputados comunistas, no fue posible “asaltar los cielos”. Convencida estoy de que pusieron toda la ilusión, todas las ganas y todo el empeño por ganar, pero no consiguieron convencer, esa es la realidad. El dato no es baladí, porque estamos hablando de gentes de la talla humana, ética y política como Rafael Alberti, Dolores Ibárruri o Marcelino Camacho. (De haber existido twitter quién sabe si hoy estaríamos hablando de la República Socialista Española).
Así las cosas, 38 años después de toda esa lucha, de todo ese bagaje y de esa mochila, pareciera que algunas y algunos comunistas del siglo XXI quisieran inventar la rueda, ignorando la primera y más básica lección de cualquier comunista: juntos somos más fuertes y organizados somos mucho más capaces. Por esta razón, no alcanzo a comprender  la deriva ciudadanista y personalista de ciertos sectores del Partido Comunista. De verdad que intento entender la razón, la estrategia y la táctica mágica que nos va a llevar a construir hegemonía con un pequeño grupo de líderes y “lideresas” (de estas es verdad que hay pocas, vaya, vaya) que no tienen ninguna estructura organizativa detrás y mucho menos un pueblo consciente y convencido de que la batalla hay que seguir dándola, incluso después de haber conquistado las instituciones. Por más vueltas que le doy, no lo veo. Y por más que ando preguntando aquí y allá, la única respuesta que me dan es que “yo no entiendo”. Compañeras y compañeros, pues expliquen al pueblo lo que no entendemos: a mi vecino, a mi tía, al cajero del supermercado donde compro y a la médica del centro de salud de mi pueblo. Dejen de decirnos que no entendemos y hagan para que lo entendamos, si es que pueden.
Y es que, es difícil de entender que la estrategia ahora sea esconderse, no mostrarse, camuflarse. Es complicado comprender que la nueva política no mire de frente al enemigo, al capital, y le diga, aquí estamos y aquí seguimos, los comunistas de ayer, de hoy y de siempre. Es altamente complejo que alguien que ha interiorizado las imágenes de aquel 9 de abril de 1977 llenas de júbilo y alegría porque por fin las comunistas y los comunistas podían conquistar tranquilamente las calles, ahora tengan que aliarse con quienes abiertamente se declaran ni de izquierdas ni de derechas y que hoy, volvemos a constatar, que tampoco se suman a las reivindicaciones por la III República del cercano 14 de abril.

Espero que alguien sea capaz de parar esta deriva peligrosa, líquida y vacía. Confío, para lograrlo, en toda esa gente que tanto da, todo, sin esperar nada a cambio y que con tanto orgullo muestra su origen y procedencia allá donde va porque sabe que “el pueblo que olvida su historia está condenando a repetirla”. Esa militancia de base que es consciente de que para atrás, ni para coger impulso ha de ser quien nos guíe, porque hoy parece que tenemos que volver a luchar contra la clandestinidad, una clandestinidad que no se sabe quién ha elegido como estrategia. Es curiosa la vida, la política y el amor.

domingo, 8 de febrero de 2015

¿Dónde están los míos?

Los tiempos convulsos abren oportunidades, cierto. Para lo mejor y para lo peor. He oído otras veces que se abrían ventanas y he oído a otrxs que esgrimían los mismos argumentos de hoy. Parecían "buenxs", modernxs, guays. El tiempo luego mostró que eran pura pose y que sólo buscaban sillones propios. Los hubo también sincerxs en esa marcha, aunque luego comprobaron que allí donde iban tampoco conseguían cambiar nada. 
Sé de sobra también que las organizaciones a veces generan inercias difíciles de cambiar y que no siempre es bueno lo que se ha hecho toda la vida. Soy docente y me desesperan los claustros inmovilistas, siendo que los docentes debemos creer y practicar que todo se puede cambiar y mejorar. También sé que en esta parte hay quienes defienden sus sillones y quienes defienden los principios que han fortalecido y engrandecido un colectivo, una organización. 
Entre todo este barullo , sigo sin poder ver a los míos. Los necesito, porque solos nos vamos y ganan los de los sillones, los que los quieren conservar a toda costa y los que los quieren conseguir caiga quien caiga.
No me gusta que esto se presente como una competición, porque la izquierda es cooperación o no es
Confio en los que siempre han resistido y por eso quiere escucharlos. No es cosa de viejxs o jóvenes, es cosa de gentes de principios y de luchas de siempre. 
Entiendo y soporto la incertidumbre en los resultados, pero no la soporto en la gente de la que fiarme ni en los principios que han de regirme. Y la solución no puede estar en mi soledad, eso seguro, porque el individualismo es el triunfo del auténtico enemigo: el capital.
Escribo conforme me surgen las cosas y lo hago como desahogo.

viernes, 6 de febrero de 2015

La historia: lo joven, lo viejo. L@s comunistas de siempre


Es difícil la lucha, porque es larga y dura. Lo es porque el enemigo es el capital, esto es, el poder económico (que desgraciadamente, ostenta el poder real porque vivimos en una aparente democracia).

Como somos humanos, la apatía, el desaliento y la desesperanza se van apoderando de nosotros y nosotras y terminamos por autoconvencernos de que nada podemos hacer. Nos retiramos entonces a nuestro refugio interior, nuestra vida privada y pasamos de querer cambiar el mundo a conseguir que éste no nos cambie en exceso. Sin embargo, en el camino una encuentra gentes, personas de carne y hueso, normales y corrientes que son capaces de seguir, de no decaer, de estar ahí. Supongo que unas veces con más fuerza y vigor y otras con la sola presencia, pero su estar ahí a pesar de todo es crucial y esencial para ellos y ellas y, sobre todo, para el resto.

Son esas personas anónimas que dedican parte de su tiempo libre a combatir al sistema las que a mí me asombran. Sé que sonará ingenuo y hasta ñoño, pero saber que existen, saber que están, aparte de que me reconcilia con el género humano (capaz de lo sublime y lo abominable) es lo que me alienta a seguir. No porque me crea que esto es fácil y vamos a ganar, sino porque entiendo que es mi obligación social, política y hasta moral continuar (al menos, no borrar) la lucha que muchas y muchos antes que yo emprendieron. Una lucha gracias a la cual yo pude acceder a estudios universitarios, por ejemplo.

Por esa razón, me molesta sobremanera que algunas y algunos jóvenes se crean con la autoridad suficiente como para rechazar toda una etapa que costó construir. Y no sólo hablo de la mal llamada transición, hablo de las etapas anteriores. Porque gracias a que “aquellas locas” sufragistas lucharon hace más de dos siglos por el derecho al voto de las mujeres, hoy puedo yo seguir luchando contra el nefasto patriarcado (íntimamente ligado al capitalismo, que sobrevive por su existencia, por cierto).

Que aquellas mujeres no consiguieron todo es indudable. El terrorismo machista mata a diario en la España del siglo XXI, pero eso no me da permiso para ensombrecer aquella lucha, más bien debo, como mujer, como feminista, como persona de izquierdas y hasta como gente de bien, valorar aquel inicio y contribuir con mis fuerzas a que la senda continúe. Porque cuando creemos que la lucha ha terminado, el neomachismo (o el neocapitalismo camuflado como socialdemocracia) se arrastra como la serpiente y consigue que conquistas del discurso ya conseguidas (las cuotas, por ejemplo) tengan que ser argumentadas de nuevo. Perdemos, entonces, porque las formas amables esconden la esencia del Patriarcado y esa esencia, al ser más difícil de detectarse, se va engrandeciendo aunque con ropajes de modernidad e igualdad.

Siguiendo con el símil, me parece igual de indignante rechazar de plano toda la lucha previa y quedarse tan contentos y contentas con esa afirmación de que la transición fue un pacto entre élites. Me parecen vergonzantes y hasta irresponsables tales afirmaciones. Porque claro que no consiguieron todo lo que querían, porque hoy nuestra obligación es la de seguir ampliando esas conquistas, pero despreciar la lucha contra las pistolas es algo que no consigo entender. Y esas gentes que un día se atrevieron a disentir, arriesgando (sin ningún tipo de metáfora) vidas y libertad vital personal merecen, además de nuestro reconocimiento y eterno agradecimiento, nuestro compromiso con su lucha.

La historia está tejida por un hilo rojo que debemos conseguir narrar y visibilizar. El capital, que también se ha apropiado de cierta parte importante de lo que se considera culturalmente relevante, niega una y otra vez el conocimiento de esa historia. Por eso yo pido hoy a todas mis compañeras y compañeros que vivieron esos tiempos en primera persona que nos cuenten, que nos digan por qué tuvieron que luchar y, lo más importante, por qué siguen implicados e implicadas en la lucha. No quiero escuchar a los realistas (esos escriben columnas en los periódicos y disponen de micrófonos), no quiero escuchar a los abatidos y abatidas (esas voces ya las tengo interiorizadas, quizá demasiado), quiero escuchar a esos y esas que tantas veces se han sentido solos, incomprendidos. Quiero saber por qué , a pesar de los pesares, aún siguen intentándolo y por qué son capaces de no ceder ante los cantos de sirena que una y otra vez escuchan (porque todas y todos los escuchamos). Quiero saber qué les lleva a esa lucidez que se tacha tantas de veces de locura y quiero saberlo porque creo que la salvación de la especie está ahí, en reconocernos humanos y en saber que si otros pudieron, nosotros y nosotras también.
Necesito escucharlo, porque tengo dos hijos por los que sé que tengo la obligación de luchar. Por eso hay que valorar, poner en valor dicen los “modernos”, la sensibilidad humana, la capacidad de empatizar, de forjar vínculos y lazos humanos. Si el cavernícola fue capaz de sobrevivir es porque se percató de que su grandeza estaba en la cooperación, nunca en la competición. Así que hablo de superviviencia, no de supremacía moral o intelectual.

Esa historia necesaria de escuchar y que alguien debería escribir está latente y presente en muchas asambleas de Izquierda Unida de pueblos pequeños. Por eso, por más que me cuenten historias de ganar y empoderarse, los que vencieron son los que consiguieron vivir de acuerdo a sus principios y máximas. No obstante, el capitalismo es tan listo, que casi parece haberse hecho imprescindible porque ha atacado la capacidad de cooperar, porque ha debilitado tanto al ser humano que le ha hecho creer que es más libre cuanto más solo está. Por esa razón, parecen más libertarias ideas que endiosan al individuo-ciudadano-consumidor, que aquellas que hablan de personas organizadas, capaces de ser conscientes de su debilidad y por ello confiar más en el resultado de la organización de muchos y muchas y con una historia detrás. No se trata de asumir las mochilas sin ningún análisis, por supuesto que no, pero para cambiar (palabra talismán en la política de todas las épocas) lo primero que hay que hacer es impregnarse de realidad. Y luchamos contra el enemigo de verdad, el capital, por lo que nos ponemos la mochila o sólo cambiaremos el lenguaje, las caras y las formas.

Esta lucha no es original de nuestra generación y por ello, a no ser que seamos los más preparados técnicamente pero los peor dotados humanamente –cosa posible, porque a veces el confort vital acarrea ausencia de fortaleza– tenemos que continuarla, no creernos el inicio de nada. Claro que este tiempo es nuestro y somos nosotros y nosotras los que debemos forjarlo, pero no seamos tan estúpidos para volver a repetir aquello de que nadie escarmienta en cabeza ajena.


La irreverencia e ímpetu de los jóvenes da fuerza y empuje para revitalizas las luchas. La experiencia de los viejos y viejas abre ojos que las ganas de triunfar ciegan. Por el bien de todos y todas, especialmente por el futuro de nuestros hijos e hijas, no olvidemos esta enseñanza. No caigamos de nuevo en confundir a los que luchan por unos principios con gentes sectarias y rancias. Recordemos siempre que esto no es nuevo: Diego López Garrido, Cristina Almeida, Rosa Aguilar… Abramos los ojos y confiemos en nosotros mismos, en nuestras bases, ese oro de Moscú que es cierto que la República se llevó a los corazones de la resistencia franquista de los y las comunistas de ayer y de hoy

lunes, 12 de enero de 2015

Ciudadanxs, revolución y líderes.

Vivimos tiempos confusos, vertiginosos en lo político y esperanzadores en lo social. O quizá vivamos en un bucle, porque llevo leyendo esta frase cada cierto tiempo sin que nada sustancial cambie de verdad. No obstante, no seré yo quien ponga palos a las ruedas y contribuya a entorpecer ese entusiasmo e ilusión generalizadas. Pero es necesario no confundir ilusión con espejismo, porque éste lleva a la inacción y eso es precisamente lo que pretenden conseguir, desde siempre, los poderes reales. Llevan tiempo diciéndonos que nada podemos hacer, que todo lo manejan ellxs y que ningún esfuerzo sirve. No obstante, esto no es así, ahí está la historia que nos demuestra su tímido avance gracias a que siempre hubo (y seguro habrá) gentes que se atrevieron a salirse de la fila, incluso pueblos. Así pues, simplemente reflexionaré sobre ciertas cuestiones que me parecen relevantes para saber si lo que queremos es hacer la revolución, transformar la sociedad a través de la conquista de las instituciones o simplemente cambiar las caras y las formas para que el fondo siga siendo básicamente el mismo, pero con protagonistas diferentes.

Estamos en la etapa de la loa al ciudadanx, de la confianza ciega en el ciudadanismo como único camino posible, válido y legítimo para transformar el tejido social y político. Una pregunta filosófica eterna, ¿los seres humanos generan grupos determinados o son estas estructuras sociales las que fabrican un determinado tipo de ser humano? Hay una tensión dialéctica eterna entre el individuo y el grupo y no podremos resolver este enigma nosotrxs, al igual que no seremos capaces nunca de saber qué fue antes, si el huevo o la gallina.

Sin menospreciar el valor de las personas, único fin en sí mismo, como ya defendió Kant, no podemos olvidar que llevamos siglos de lucha y si algo hemos aprendido es que juntos y organizados podemos, solos estamos perdidos, aislados y desesperanzados. Fuenteovejuna es un gran ejemplo de ello y el marxismo habló por algo de la necesidad de organizarse para conseguir el cambio de sistema. Por todas esas razones me resulta sospechoso que se insista tanto en el valor del ciudadanx, como si el estar aislado supusiera una ventaja respecto a los ciudadanxs comprometidos y organizados políticamente (esto es, militando) porque éstos se supone que padecen cierto menoscabo de su capacidad crítica. ¿No fue acaso esa racionalidad crítica la que les llevó a la militancia en la organización que creyeron más eficaz para transformar una sociedad que no les gustaba tal cual era? No puede ser, por tanto, la militancia en una organización algo malo en sí mismo, más bien denota la convicción y compromiso del militante en querer cambiar lo que ha creído conveniente y como lo ha considerado. Es decir, quizá la militancia añada el plus del compromiso, por lo que no llego a entender el menosprecio constante hacia esas personan que, conscientes de la realidad, se comprometieron y siguen comprometidas en cambiarla. Por supuesto que este proceso de concienciación puede acaecerle a cualquiera en cualquier momento, y bienvenidxs todxs siempre, porque juntxs somos más fuertes, pero tampoco pretandamos llegar creyéndonos más listxs que nadie por acabar de ver la luz y estar prendadxs por ella. Quizá otrxs despertaron antes, quizá otrxs lleven intentando el cambio tiempo, quizás incluso hayan fallado o no hayan sabido cómo hacerlo, PERO HAN ESTADO. Y claro que es de justicia reconocerlo e incluso escuchar a esa gente que, aunque haya perdido el aliento y la tensión porque la lucha es dura y cansa, han sido capaces de estar comprometidxs aún cuando otrxs andaban (o andábamos) glorificando las bondades del sistema o sumergidos en nuestra burbuja particular.

Así las cosas, la cuestión fundamental es la siguiente. ¿Hay que apostar por algún líder, por muy bondadoso, justo y sabio que sea? ¿Ése es el camino? Quizá el camino marcado por el capitalismo sí, que nunca olvidemos que tiene como hijo predilecto al Fascismo. Sin embargo, si algo hemos aprendido de todo este sufrimiento que lleva soportando el ser humano es que, el acercamiento a la verdad, siempre es más fácil entre muchxs que dejando toda la responsabilidad en un solo par de hombros. Es más eficaz, productivo y real, porque sólo cuando nos comprometemos todxs con algo somos capaces de cumplirlo y también porque sería muy pesado dejar toda esa losa sobre una o dos personas (por muy válidas que fueran).

Si he conseguido explicarme y no mezclo todo mucho, cosa complicada porque la realidad y la vida no saben de parcelas, ¿por qué el éxito de todas las empresas ciudadanistas? ¿No será más bien que el capitalismo se sale con la suya de la forma más perversa? ¿No será que nos aísla más que nunca y encima lo hace haciéndonos partícipes de ello?

Tiempos convulsos, cierto, por ello requieren más reflexión y pausa que nunca. Las prisas nunca son buenas consejeras, tampoco en los momentos "supuestamente" históricos.